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Un buque frigorífico lleno de plátanos II

Sábado por la mañana. Instagram. Una foto. Una cocina. Muchos plátanos

Fotografía: Juan Puente

No aparecen en racimo, como suele ocurrir, sino desperdigados sobre los distintos muebles de aquél espacio. Entre los comentarios del post, alguien se percata de lo mismo que me ha llamado a mi la atención ese día. 

¿Por qué alguien esparciría un manojo de plátano así? ¿Por qué no dejarlo junto a las frutas y vegetales sobre la despensa, como haría cualquiera?

Lo que siguió a la publicación con la que de repente mi topé en mi feed, fue un tutorial sobre cómo manipular la maduración de la fruta y verdura en casa. Por lo visto, hay un momento en la maduración del plátano en la que el fruto emite una hormona que estimula la maduración de algunas frutas y verduras: el etileno. A razón de esto, la autora del vídeo aislaba los plátanos del resto de la fruta para así asegurarse de que duraran más. Investigando un poco más, entendí que este mismo fenómeno puede ser usado a la inversa para acelerar la maduración de ciertas frutas, lo que refiere a una  técnica usada históricamente en Egipto y China. Pongamos como ejemplo ese aguacate o tomate al que le faltan unos días para estar en su punto ideal, pero te gustaría disfrutarlo cuanto antes. Pues, dado que ambos frutos son sensibles al etileno, pudieran  acelerar su maduración si se les deja reposar en una bolsa con un plátano entero, o la piel de uno que ya ha sido comido (plátano maduro, claro, de estar verde no desprendería etileno). Con el tiempo, la gestión artificial de esta hormona ha venido jugando un rol esencial en la manera con la que el plátano ha conseguido convertirse en el vegetal más exportado del mundo.

El etileno es la hormona que, en un momento específico en el desarrollo del plátano, activa genes que inciden en su maduración: aumenta la producción de azúcar y esto desencadena, a su vez, la emisión de compuestos con olor dulce junto con el cambio la pigmentación de la fruta, lo que acaba por atraer a animales que  alcancen a comerla y, con ello, favorecen la distribución de sus semillas. Vista la acción de la hormona, se usa para manipular la maduración de la fruta, en el contexto de su comercio internacional. Dado el largo recorrido que sigue el plátano hasta los consumidores, se recoge muy verde de la plantación, en su momento de mayor firmeza. Además, así se asegura que el plátano llega en  el punto “perfecto” de maduración al consumidor. La maduración, pues, se empezará en el trayecto, o una vez que los plátanos llegan  al puerto de destino.

El etileno se produce artificialmente en plantas petroquímicas, donde se usa un proceso llamado “craqueo térmico” para extraer el etileno del petróleo o gas natural. Estos son calentados con vapor a 750-850°C, lo cual rompe sus enlaces moleculares y emite gas etileno. El problema está en que, para llegar a estas temperaturas, se requiere mucha energía. Por otro lado, vale considerar que, en este proceso, además de generarse etileno, al quemarse parte del petróleo o gas natural, se emite dióxido de carbono, uno de los gases de efecto invernadero, y uno de los causantes del calentamiento global.

Los plátanos se recogen cuando aún están muy verdes, entre los nueve y los doce meses después de ser plantados los bananos. Son sometidos a inspección para ver si se ajustan al estándar de belleza establecido por los compradores internacionales: siguiendo un tamaño, curvatura y coloración determinados, y, sobre todo, sin mancha alguna, que en los mostradores deben lucir inmaculados. Los plátanos que no pasan esta inspección son circulados localmente. De allí los plátanos son llevados rápidamente a buques refrigerados, donde serán transportados a 13.3°C. Para llegar a Europa desde Centro América, los plátanos tardan de seis a doce días en transporte marítimo.

Durante el trayecto marítimo, puede que se decida madurar el plátano parcial o totalmente, y así ahorrar en el coste que supondría almacenar el plátano en el puerto de destino en cámaras de maduración. Para hacer esto, los plátanos se transportan dentro del buque en cajas que se apilan sobre palés y que se colocan con espacio entre ellos para permitir una distribución del etileno y la temperatura uniformes. El etileno se emite en pequeñas cantidades a lo largo de varios días, asegurando así el desarrollo lento y uniforme de la fruta. Hacer este proceso en los buques frigoríficos supone un problema, ya que significa que los plátanos necesitan ser distribuidos a supermercados y consumidos inmediatamente. Por esta razón, es más común detener su maduración durante el transporte. Esto se hace bajando las temperaturas, colocándolos en bolsas de “atmósfera modificada” con cantidades de dióxido de carbono más alto y de oxígeno más bajo de lo normal, y absorbiendo el etileno desprendido por los plátanos con permanganato de potasio. De esta manera se pospone el momento en que deben ser consumidos los plátanos de forma controlada según su demanda en cámaras de maduración en los puertos de destino. En estas cámaras, el desartrollo de la fruta puede ser controlado a través de una pantalla táctil, subiendo su temperatura si suben las ventas, y bajándola si se reduce la demanda. En las cámaras de el plátano sigue el mismo proceso artificial que en el buque frigorífico. Estas, que alargan el tiempo de distribución y, por lo tanto, aumentan su coste, deben ser financiadas por el vendedor o el comprador. Debido a que el etileno es inflamable, estos métodos han llevado a explosiones de almacenes de fruta con consecuencias incluso mortales como ocurrió  en 1999: en Pan American Banana Company, en Los Angeles (EEUU), donde una explosión y un incendio resultaron en la muerte de  un empleado y un herido.

Mientras mastico el último mordisco de un plátano esta mañana, pienso en todos esos que se descartan, por ser demasiado feos o demasiado cortos, demasiado largos, demasiado maduros, demasiado decolorados… Más excusas que plátanos desperdigados.  Y vaya que son muchos plátanos. 

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