Index

Naps after Napkins, el sueño tras una comida de verano

Llega septiembre y el recuerdo de las sobremesas se confunde con el sueño de las tardes de verano.

Fotografías: Caranoroeste y Elisa Roig

un trabajo junto a Trastero.Inc

Mazorcas y calabazas

Para Lucas, la última comida del verano es la certeza de que otro año todavía más duro comienza. Los meses de calor en el campo son naranjas y están llenos de jugo, como las naranjas en invierno. Septiembre se vive con alivio, pero cada vez con los silos menos llenos y el suelo más seco.

Esta mezcla de consuelo y desazón empiezan a darle sueño. La última siesta del verano. La calle del pueblo está silenciosa, no hace tanto calor, acabadas las vacaciones la gente ha vuelto ya a la ciudad, y el sol empieza a bajar antes. En estas cosas piensa Lucas mientras va quedándose dormido.

Un ruido parece parar el tiempo. ¿Ha sido eso un trueno? Otro estruendo vuelve a llenar todo el espacio, esta vez seguido del murmuro continuo de la lluvia. Y el murmuro se convierte en una conversación agitada llena de agua, dejando paso a un temporal desmesurado que convierte las calles del pequeño pueblo en ríos, los campos en balsas, las casas en barcos.

Lucas sueña que vuelve a ser verano. En su visión narcótica la tierra está oscura y húmeda, debido a las abundantes lluvias de la temporada. El monte brilla verde y huele a que hay setas. Las cosechas están desbocadas. Las calabazas y las mazorcas crecen en cuestión de minutos. Las tomateras brotan en mitad de los caminos y los árboles están tan llenos de frutos que apenas se ven sus hojas. Tal es la abundancia que a lo largo de la calle se dejan cestas a rebosar de alimento para que las coja quien quiera. Esa imagen exuberante flota todavía en el aire cuando Lucas abre los ojos. Suenan gotas en la ventana. Sonríe al mirar el cielo gris que augura un año próspero.

           

 

ABC

Al calor del sol por la tarde se bajan las persianas. 

Beben vino los mayores y la radio parlotea lejana. 

Cuando queda solo el café en la mesa desaparecen los modales. 

Duerme alguno, otro canta, queda poco para las seis. 

En cada casa se juega a una cosa. En esta reinan el dominó y las damas. 

Fuera juegan los chavales que han vuelto de las pozas. 

Gritan alto, pero aquí solo se oyen los ronquidos de papá. 

Hace mucho que no pasa el camión de los helados.  

Isabel siempre nos regalaba uno si lo pedíamos con una sonrisa.  

Junio ya queda lejos y atardece más temprano. 

Las siemprevivas se abren más bonitas en septiembre.  

Mamá friega y los otros hablan, hay humo en el salón y huele a navaja.  

No hace falta que diga que echaré de menos el verano. 

Olvido rápido el calor. 

Pero me duele más olvidar los melocotones. 

Quiero mantenerme despierta y ver la partida. 

Ruedan mis párpados y bostezo en silencio. 

Silencio, que duerme Pedro. 

¿Tú no vas a jugar con tus amigos?

Un día volverá a ser verano y entonces estaré en la calle. 

Vienen meses sin siestas, porque el calor da somnolencia y en invierno enseguida se hace de noche. 

hay un Zumbido y no se si es una mosca o los ronquidos de papá. 

           

 

Calendario

Son las cinco y media de la tarde. Carmen está en la cocina junto a una montaña de platos grasientos apilados. Ha encendido la radio, a ver si el runrún mitiga los ronquidos de su marido que llegan desde el salón. Hace poco que se han ido sus cuñados con la tropa de críos gritones que tienen por hijos y por fin solo quedan ella y una pila de platos grasientos por fregar. 

Pese al noticiero a todo trapo, Carmen no puede evitar dar un gran bostezo. El día ha sido agotador y le duelen pies y manos. Con lo que me queda por recoger, piensa mientras, sin siquiera cerrar el grifo, se recuesta sobre las baldosas frías de la cocina. Solo unos minutitos. 

El agua sigue corriendo cuando el marido entra a la cocina. La imagen de su mujer tendida en el suelo le hace pensar lo peor, hasta que al acercarse a ella escucha el resollar de un sueño tranquilo y placentero. Zarandea sus hombros, grita su nombre, ¡Carmen, Carmen!, e incluso le moja la cara. Todo intento de despertarla no tiene éxito. Da golpes con una cuchara a todos los platos grasientos por fregar, le pone en la mano un palo de escoba e incluso le compra un lavavajillas. Al treceavo día de siesta Manolo ya no sabe qué hacer. Ha decidido llamar a la funeraria, a ver si ante la amenaza de un sueño eterno a su mujer le da por abrir el ojo. 

Antes de que lleguen decide recoger. Nunca se debe dar mala impresión a una funeraria, algún día serás tú el muerto y… mejor no dejar rencores con quien te va a llevar cuando ya no puedas responder. A su mala manera, plato tras plato, va enjabonando y aclarando la pila de platos grasientos. Al sonido del último plato limpio sobre la encimera suena el timbre, es la funeraria, Carmen abre los ojos. 

          

Dolci Italia

Burbujea el café en el fuego, casi empezando a quemarse por falta de atención, y los niños duermen sobre los bancos con las comisuras manchadas en blanco y negro. La sobremesa murmura lenta, como lo hacen todas las de tripa llena y sudor de digestión, y aunque ajena, porque todas las conversaciones de los mayores suenan lejanas cuando eres niño y has terminado de comer, hace de nana para las criaturas.

Pero el sueño infantil se altera si todavía queda postre encima de la mesa y eso es algo que los padres deberían saber. Retirar los últimos trozos de tarta es un movimiento estratégico que asegura una tarde tranquila pero aquí, bien por desconocimiento o porque la botella de pacharán había bajado demasiado rápido, las migas de azúcar todavía descansan sobre el mantel y el pastel helado se regala llenando la bandeja de crema bicolor. Como abejas a la miel, los ojitos cerrados se entreabren, acompañados de bostezos y brazos que se estiran. Esos últimos bocados dulces terminan de despertar a los pequeños mientras al otro lado del salón sigue el barullo de los mayores. La fiesta de la Contesa acaba de volver a empezar.

          

 

Lloret de Mar

¿Alguna vez se ha preguntado el lector por qué los domingos parece haber más moscas de lo habitual? Acérquese a esta escena, shhhh, en silencio, que están todos durmiendo, y verá la vida secreta de las moscas. 

A través de las persianas bajadas apenas entran unos rayos de luz, la suficiente para dejarnos ver  los cuerpos que descansan sobre los sillones del salón. Es domingo, domingo de arroz, y como todos los domingos, las tareas de recoger la mesa se han pospuesto, retrasadas por el sueño incipiente que sorprende tras comerse dos platos de paella. El único sonido aparente es el de unos ronquidos ligeros acompasados al tic-tac del reloj de cuco. Sin embargo, un zumbido creciente puede empezar a percibirse. Bzzzzzzzzz, tras el marco de la puerta aparecen, moviéndose con sigilo, pero sin llegar a conseguirlo, las moscas. 

Sobrevuelan la escena, apoyándose en puntos estratégicos, acercándose cada vez más a su objetivo. Bzzzzzzzzz, una lámpara, bzzzzzzzz, una vitrina, bzzzzzzzzzzzzzzzzzz, una panza. Poco a poco, van posándose sobre la familia que duerme. En busca de las migas que reposan sobre las camisas, recorren los contornos bajo el riesgo de una manotada insomne. Plas, salvada. El mayor peligro, no obstante, es el de caer rendidas también al sueño de sobremesa.

Las moscas se mueven al ritmo de una respiración lenta, mecidas por esas tripas que suben y bajan, hipnotizadas por los ronquidos constantes y el tic-tac del reloj, quedan todas dormidas, con las tripas llenas de migas, otra tarde más de domingo. 

           

 

TEXTOS PARA TRASTERO.INC

Artículos relacionados

Hablemos de vino

Porque no hay que ser una autoridad ni en blancos ni en tintos para disfrutar de una buena copa. Al brindis le da lo mismo saber o no saber; disfrutar es, a fin de cuentas, lo importante

Leer más

Cuando el tiempo se come

Pocos lugares como los aeropuertos para gastar el tiempo en nada, entre pantallas y escaparates, ventanas y pizzerías, suerte quien consiga tragarse algunos minutos para huir a cualquier parte

Leer más